El soñador. El que desde pequeño quería ser doctor como todos los niños del mundo. Poeta que se inició como declamador. Aún está intacta la primera poesía en público: cerca de 500 niños, entre risas, aplaudiendo al pequeño que se había quedado estático sin pronunciar palabra alguna; podría decirse que esa fue la poesía más silenciosamente declamada. Una vez superado ese temor no ha parado hasta el día de hoy. Placer que eriza el cuerpo ante una rima bien interpretada, corazón que salta al sentir cada palabra, cuerpo que se estremece como manifestación del éxtasis de los versos. El soñador que aún anhela ser poeta.

El soñador. El que, por casualidad, aunque estas no existen, conoció la música. Ha escalado desde do, cromáticamente con regocijo, hasta si. Un músico en ejercicio, pero frustrado en profesión. ¿por qué no decidió estudiar música? Ese es un misterio que ni él mismo comprende, podrá poner miles de excusas, pero no se engañará a sí mismo. El miedo, los prejuicios, la falta de confianza... Sin título en mano, pero músico al fin de cuentas.

El soñador. El temeroso. Las montañas grandes lo cohibieron. La negligencia lo cegó. El terror al qué dirán ensordeció su propio instinto. Siempre supo lo que quiso, pero quiso complacer el querer de otros. Error menudo y fatal.

El soñador, el que desarrolló habilidades. De cierta manera, el versátil. A veces la versatilidad cuando no se la sabe aprovechar termina siendo un agente de confusión. Tantas cosas en que ser bueno y no alcanzar a ser profesionalmente bueno en nada. “Ud. debería dar clases de matemáticas en el cole, realmente es bueno para explicar” Sí, eso es cierto mi estimada, pero ya ve, aun no existe un título para ejercer y no creo que quieran en el fututo a un literato enseñando álgebra.

El soñador, el amante de las cosas bellas. El flemático-melancólico. El de corazón que aún conserva aceite en su lámpara, el que mantiene una llama aún encendida. El incendio aún no se ha apagado y lo único que puedo asegurar es que se avivará. Yo me encargaré de eso.

El despertar de un sueño que se conjuga con la ilusión. La ilusión de un empezar de nuevo, de dejar los errores atrás, de partir desde el cero hacia la derecha, donde los reales son todos positivos. Lo negativo es el tiempo tardío, lo negativo es el tiempo perdido, pero, como entre negativo y negativo el producto es positivo, no queda más que seguir hacia adelante en el camino de lo natural. Así es la vida, un constante ir y venir, un constante uso de artificios a la ecuación, sumando y restando a ambos lados para que la igualdad se mantenga.

Ha cambiado el tiempo, pero sigue intacto el deseo de crecer, el sueño de alcanzar las metas y obtener los logros.
El soñador aún sigue soñando. Que se baje otro. Yo me mantengo en mi nube.
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